Hace tiempo que esta historia me fascina. De hecho, desde que Blanca Cuesta se unió al clan vivo sin vivir en mí, estoy como entre dos aguas, pero empecemos por el principio, como decía Julie Andrews en aquella almibarada película musical que la catapultó al estrellato.
Con un bagaje sentimental bastante cargadito, que incluía ya a un ex Tarzán y un playboy venezolano que ulterior sería harto conocido en nuestro país, en 1981 Carmen Cervera, Tita, conoció al barón Von Thyssen a penas meses después de dar a luz a su hijo, Borja, o Borjita.
En 1985 Tita se casó con el barón en Londres y éste casi de inmediato dio su apellido a Borjita, para cólera general del resto de los hijos naturales de éste, que lucharon e intentaron impugnar el nombramiento hasta que años después el barón propuso una alto el fuego a sus vástagos a cambio de una elevada compensación económica.
Borjita crecería entre Lausana, San Feliu de Guixols y Lugano, entre algodones, nannies y su abuela materna, por supuesto como un Thysen-Bornemisza más. Y Borjita creció, y mucho, se cicló cual morsa islandesa, se enamoró y nos presentó a su novia, una supuesta modelo llamada Blanca Cuesta, Blanquita, de la que nadie absolutamente había oído hablar hasta que se supo que salía con Borjita. Lo siento pero a mí la chica me ha parecido una trepa desde el principio. Por supuesto, si bien la madre, Tita, al principio pareció aprobar el noviazgo de su hijo, probablemente con la esperanza de que uno se cansaría del otro antes o después, debió de montar en cólera al ver que su hijísimo, aquél por quien tanto había hecho y luchado, pretendía casarse con aquella jovenzuela.
Yo por un lado la entiendo, a Tita quiero decir, ella que tanto tuvo que aguantar y tragar en vida del barón y lo que le vino tras su muerte, con todas aquellas peleas con los hijos mayores de su difunto, ahora iba a ver como otra "cualquiera" que ni siquiera había estudiado en Londres o Suiza como ella, iba a disponer libremente de lo que a ella tanto le había costado conseguir, incluso heredaría su apellido, de hecho antes de lo que ella pensaba. Ella que había soportado a un barón octogenario que le llevaba un porrón de años durante tanto tiempo, con el único afán de asegurar su futuro y el de su hijo, ahora iba a ver cómo esta "pelandrusca" se fundía su fortuna. Tita, donde las dan las toman, cari.
Pobre, como si no tuviera ya bastante ella con esa encarnizada lucha contra Gallardón por salvar los árboles del Paseo del Prado. Tita se enfadó con su hijo pero éste parecía sólo hacer caso a lo que presumiblemente eran los dictados de su corazón. A esto siguieron exclusivas y entrevistas por ambas partes en las principales publicaciones semanales del país y por fin llegó la esperada, a la vez que temida, boda del niño, a la que mamá Tita no acudió. Cerró a cal y canto las puertas de Villa Favorita en Lugano para refugiarse en su masía de San Feliu. Incluso en un ataque de rabia despótica, Tita llegó a aliarse con su odiada hijastra Francesca para ir juntas a una inauguración no recuerdo si el mismo día de la boda o al día siguiente.
Al poco de la boda y aún entre dardos envenenados por una parte y otra, incluso incluyendo a los nuevos consuegros de Tita, llegó el anuncio del embarazo de Blanquita. Imagino que los pelitos de Tita se pondrían como escarpitas... Pobrecita, Tita. Ahora ya no había manera posible de deshacerse de la nuera ni a tiros. Demostrando que el tiempo la ha hecho más sabia y madura, Tita dio su brazo a torcer y se reconcilió no sólo con Borjita, sino aceptando, no sabemos de qué grado, también a Blanquita y, por supuesto, a Sachita, el primer nieto de la baronesa.
Sinceramente la historia a mí me parece como un cruce de caminos, una pescadilla que se muerde la cola o un ciclo que se repite. Si bien entiendo los sentimientos de Tita, ésta debería también pensar que, en su momento, ella hizo absolutamente lo mismo y no sólo con el barón, por lo que podría solidarizarse algo más con Blanquita, aunque ella hubiese preferido casar a Borjita con una heredera de los Thurn und Taxis de toda la vida, pero la vida a veces nos depara sorpresas y tú deberías ser la primera en saberlo, Tita.
Bss Mil,
ElPajarito