Friday 25 September 2009

Escapada Meiga

Coruña me recibió como toda ciudad de bien debe recibir a un visitante; con sol, luz, calor, alegría y buen tiempo. No es que fuese el Caribe en agosto, pero tampoco era Siberia en febrero y Lorenzo brillaba triunfal en medio de un cielo azul y despejado. La verdad, si después de levantarme a las 5 de la mañana y chuparme dos vuelos domésticos para cruzarme el país, llego a Galicia y me encuentro con mal tiempo, seguramente me habría tirado a la primera ría que hubiese visto.
Ahora bien, eran tantas las ganas que tenía de ese viaje y la alegría que me embargaba, que no me importó el ridículo que hice nada más poner pies en suelo gallego. Tuve mucha suerte y, además de que mi vuelo aterrizó con casi 15 minutos de adelanto, mi maleta salió la segunda por la cinta de equipaje, vamos, estas cosas que no te pasan casi nunca. Raudo y con un mono de tabaco considerable, salí hacia el exterior de la terminal, mirando en todas direcciones por si veía a Ely o María (me habían dicho que vendrían ambas). De repente, situose en mi campo visual, de espaldas, una joven de bellas curvas, con un aura de lo más interesante a su alrededor, que miraba a todas partes mientras con el semblante parecía querer deshacerse de un interlocutor que la estaba agobiando. Sin dudarlo me dije “ahí está”, y me encaré hacia ella. Cuando ya me aproximaba peligrosamente a ella, de cara, al no ver reacción alguna por su parte (de hecho siguió al teléfono con semblante molesto), decidí plantarme en jarras delante de ella y le hice un leve movimiento con la pierna demostrando mi impaciencia e incredulidad ante una María que no me reconocía. De repente “María” se dio cuenta de que realmente me estaba dirigiendo a ella y, aún con el móvil pegado a la oreja, me lanzó una mirada que decía “mira chaval, no sé qué droga te habrás desayunado, pero como sigas ahí te voy a rociar enterito con el espray anti-rapists (rapists de violadores, no de raperos eh jajajaja). Prometido que me dijo eso con la mirada y, ante tan robusta hostilidad, mis córneas se abrieron y mi cerebro comprendió que, efectivamente, no estaba delante de María, al menos, no delante de una de mis blogueras favoritas. Rápidamente, con un miedo atroz a que la interfecta bien sacase el espray o me arrease un bolsazo (llevaba un bolso de mercadillo tremendo de grande con el que me habría partido por la mitad) ya salí fuera del todo y, al no ver a nadie conocido, decidí esperar mientras me fumaba un cigarrito.
Pocos instantes después vi apresurarse hacia la puerta de la terminal a una bella y pizpireta mujer muy bien vestida, muy ad hoc con el tiempo y que claramente iba buscando a alguien, era nuestra Ely, ”¡menos mal!”, pensé. Había pillado tráfico y encima mi vuelo había llegado adelantado, pero yo ya estaba allí y ya nos habíamos encontrado, pensé que no podía ser mejor, me equivocaba, pues en algún lugar del aparcamiento del aeropuerto (que estaba adonde Dior perdió el Gaucho), estaban las otras tres mujeres con más glam de toda Coruña, sí, Noa, Pinkocha y María habían venido también. Ahora sí era perfecto. Después de los besos y abrazos de rigor, debo decir que las primeras palabras que Pinkocha compartió conmigo fueron (y póngase un acento galego de lo más gracioso): “Pero tío, ¿qué trajiste aquí, el traje de fallera?” jajajajajajajajaja, esto fue cuando metimos mi maleta en el portaequipajes de su coche, casi me micciono encima.
Del aeropuerto fuimos todos juntos a desayunar, para horror de las señoronas bien octogenarias de la capital, que indefensas tuvieron que tragarse una conversación que tan pronto versaba sobre las últimas tendencias del verano, como sobre sexo playero. Aquella noche, como para hacerlo todo aún más perfecto, nos llegó de visita nuestra Perla Negra, que se encontraba por la zona con una amiga. Fuimos todos juntos a cenar, al Naïf, of course, donde por cierto puedo corroborar que la lasaña de espinacas es la mejor que he probado in my life, además de las tostas que son como para quitar el sentido. Quien vaya a Coruña no puede marcharse sin visitar el Naïf, de verdad, ES-PECTACULAR. Como no podía ser de otra manera, luego no faltó el brindis con Cosmos en uno de los lugares más chics de la capital, aunque la amabilidad y saber hacer de los camareros, esa noche, brilló por su ausencia, pero la compañía era lo que importaba y fue inmejorable.
A partir de aquí el resto es historia, cuatro días absolutamente fantásticos en los que me he reído y divertido sobre manera y en los que las chicas me han cuidado como a un rey, además no sólo ellas sino también sus respectivos e incluso los hermanos de María, a quienes que fue todo un placer conocer. Lo que más me sorprendió y agradezco es que todos, absolutamente todos, me trataron como si me conociesen de toda la vida, al menos ése fue el sentimiento que yo tuve. Me llevo grandes momentos y recuerdos de esos que no olvidaré jamás, como la divertidísima, por surrealista, cena en casa de Noa y su esposo (“Los madrileños son de Madrid y los valencianos de Valencia” jajajajajajajajajajajajaja), o la subida a pie hasta el último piso de la Torre de Hércules con Ely, la visita al Pazo de Meirás…
Muchísimas Graciñas, Darlings ;-)
Aquí os pongo algunas imágenes de las bellas vistas coruñesas.



Pazo de Meiràs (gran momento histórico)

Torre de Hércules (¡por Dior qué viento!)
Playa de Orzán con la de Riazor enfrente (esto es justo delante de casa de Noa, ¡qué envidia de vistas!)
Bss Mil,

ElPajarito